En un fértil valle de la Comunidad de Madrid, hace unos 30.000 años, murió una niña. Hoy nos ha llegado su recuerdo a través de un molar que ha permitido identificarla como una neandertal. Y no estaba sola, sino que formaba parte de una comunidad que habitaba muy cerca de lo que hoy es el embalse de Pinilla del Valle, en la ribera del río Lozoya y a los pies del pico de Peñalara.
Este medio ha conocido, incluso antes de que se inaugurase, el yacimiento denominado “Valle de los Neandertales”, que Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, y Juan Luis Arsuaga, catedrático de Paleontología en la Universidad Complutense de Madrid y director científico del Museo de la Evolució Humana, han presentado recientemente. Otro elemento para potenciar un turismo diferente en Madrid, pero que lleva aparejado desafíos.
Lo primero es elogiar la apertura de este espacio, que se completará con un centro de interpretación, en esta zona de la sierra de Madrid, poco conocida y explorada. Muy cerca se encuentra el Monasterio de Santa María del Paular, en Rascafría, así como la villa de Buitrago del Lozoya, al otro lado del valle. Y, entre medias, una miriada de pueblos con el denominador común de la naturaleza y el deporte al aire libre como atractivo. Este yacimiento arqueológico permitirá conocer cómo vivían los neandertales, desaparecidos hace 25.000 años, y pondrá a Madrid en el mapa de hallazgos científicos, como le ocurrió a Atapuerca (Burgos).
Bienvenidos al Valle de los Neandertales – enhorabuena a @JuanLuisArsuaga por este proyecto! http://t.co/65eW0fcpEh pic.twitter.com/1rxXzsmB17
— Pablo Jáuregui (@mono_pensante) septiembre 6, 2015
Pero también esperamos que se mejoren los servicios asociados en la zona. En un reciente viaje realizado a Buitrago del Lozoya, este medio ha podido comprobar que en la carretera que discurre por el valle (la M-604) se han situado señales para indicar el camino hasta el yacimiento. Es un punto positivo, ya que en julio no existían las mismas. Sin embargo, el municipio de Pinilla tendrá que adecuarse para recibir convenientemente a los visitantes y aportarles una oferta de calidad e interesante. Cuando este medio accedió al yacimiento, con las obras a punto de finalizar y los carteles aún no descubiertos, Pinilla del Valle estaba cerrado a cal y canto. Ni un bar abierto, ni personas por las calles.
A ello se une el problema logístico: llegar al yacimiento no es sencillo. Una vez en Pinilla, el acceso al último reducto de los neandertales no está bien indicado, es necesario atravesar el embalse y debe realizarse a pie por un camino poco preparado. La protección del medio ambiente y el disfrute del mismo, de las vistas del embalse y de las tierras fértiles, incluso en verano, que lo rodean, debe ser la premisa. Pero sí es necesario adecuar el acceso, señalándolo mejor y preparándolo para las inclemencias meteorológicas.
El objetivo no es que lluevan miles de turistas en Pinilla del Valle y el yacimiento nenadertal, sino atraer a un tipo de visitante interesado por la cultura, pero dispuesto a visitar el resto de pueblos de la zona, especialmente atractiva por sus rutas cicloturísticas y de senderismo. Lo que no se puede producir (aunque a buen seguro se repetirá) es la escena que vivió Revista80dias en Rascafría: al pagar dos refrescos en un bar del municipio, el importe de cada uno de ellos ascendió a dos euros, casi más caros que en el Paseo de la Castellana de Madrid. Los viajeros están deseosos de descubrir, desde el punto de vista intelectual, nuevos lugares, pero no de que les tomen el pelo. Mala imagen para un valle con un potencial extraordinario.