Home Opinión El negocio turístico no redistribuye su riqueza

El negocio turístico no redistribuye su riqueza

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Dinero acumulado | Foto: angelolucas para PixabayTras las fanfarrias de Fitur y los golpes de pecho estadísticos surge la “cara B” del turismo español. El negocio sigue sin repartir sus anunciados beneficios entre quienes lo hacen posible: sus trabajadores. El caso de las Kellys, las limpiadoras de habitaciones de hotel, ha salido a la luz en la última parte de 2016. Las empresas hoteleras están despidiendo a estas profesionales para que sean contratadas por empresas de servicios. Con ello consiguen eludir el convenio colectivo de la hotelería, que fija salarios más altos para esta actividad de limpieza que los de cualquier empresa de servicios.

Mientras España ha recibido 75 millones de turistas, se han vendido más de 300 millones de noches en hoteles, los precios de los alojamientos y sus beneficios se elevan, la tendencia es hacer el empleo más precario e inestable. Exceltur, la asociación que agrupa a buena parte de las grandes empresas turísticas de España, refleja en su último informe que el sector turístico ha creado 80.688 empleos en 2016. Lo que se le olvida indicar es que la mayoría de estos trabajadores cuentan con un contrato de trabajo temporal, con el riesgo, muy cierto, de ser despedidos en cualquier momento.

Los datos del Instituto de Estudios Turísticos, que analiza las cifras de la Encuesta de Población Activa, muestran que el número de contratos temporales en las empresas de servicios de alojamiento crecieron un 44,9% en el primer trimestre de 2016; un 17,5% en el segundo trimestre; y un 11,9% en el tercero. Sí, se ha creado empleo, pero una buena parte del mismo no garantiza una estabilidad a sus trabajadores, que cuando acaba la temporada alta del verano se ven en el paro.

Por su lado, un informe conjunto de los sindicatos UGT y CCOO señala que en los siete primeros meses de 2016, el 97% de los contratos creados en la hostelería (que incluye hoteles y restaurantes) ha sido temporal y a tiempo parcial. Tampoco ayuda que el salario medio del sector sea inferior a 13.000 euros anuales, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Mientras, las grandes hoteleras españolas han ingresado en conjunto cerca de 10.000 millones en 2016, un 15% más que en el ejercicio anterior.

No todo es culpa de los empresarios. El Gobierno y las Comunidades Autónomas tienen también su parte de responsabilidad. Al final, los hoteleros juegan con las bazas que el sistema laboral les permite y con la avaricia de los accionistas. La última reforma laboral del Partido Popular hizo más barato despedir, facilitó la contratación temporal y primó los convenios de empresa frente a los sectoriales. A esto se suma el modelo turístico español, basado en el sol y playa. A pesar de contar con recursos turísticos que pueden garantizar una llegada continua de turistas a lo largo de todo el año, España se sigue fundamentando su atractivo en el litoral mediterráneo y el archipiélago canario, que sólo funciona en los meses de mayo a octubre, con hoteles de calidad cada vez más baja y precios baratos. Ello implica que el turista que viene no gaste mucho dinero (a veces nada en el destino, si llegan bajo una fórmula de todo incluido) y, consecuentemente, sea imposible subir salarios y cualificar al personal que trabaja en el sector.

¿De qué sirven los 75 millones de turistas, los 300 millones de noches y los beneficios crecientes si parte de esa riqueza no se traslada a las personas que hacen posible que estas cifras se alcancen? Sin duda, los bolsillos de empresarios, accionistas, ejecutivos y las arcas del Estado están llenas. Muchos gestores hoteleros se quejan de que los costes laborales suponen el 30% o más de los gastos de su empresa. Quizá en otros negocios se puede sustituir a las personas, pero en las actividades turísticas, donde el trato y el cuidado del cliente es esencial, parece complicado reducir los recursos que ocupan los empleados.

La estrategia integral de turismo de la que tantos años se lleva hablando y que nadie quiere, o se atreve, a poner en marcha no sólo pasa por modificar los destinos y los productos. Es más prioritario trazar un plan laboral para las personas que hacen posible que muchos de esos 75 millones de turistas repitan su experiencia en España.

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