Los Países Bajos no quieren más turistas

Los holandeses están hartos del turismo. Los residentes de los barrios de Ámsterdam están siendo expulsados de sus casas. Los campos de tulipanes sufren las consecuencias de los indeseables que pasan a hacerse la foto y destrozan el sembrado. Las ciudades famosas por sus molinos no quieren ni ver a un turista.

En 2030 se prevé que 42 millones de turistas visiten los Países Bajos, que tienen una población de 17 millones de habitantes. El diario británico The Guardian informa que la Oficina de Turismo de los Países Bajos dejará de promocionar el país como destino turístico para reducir la llegada de visitantes y evitar la saturación a la que se ve sometida.

En un documento, la Oficina habla de “gestionar el destino” en vez de “promocionar el destino”. Es un cambio de política reseñable en una época en la que se prima más el volumen de visitantes que la calidad de los mismos. El problema de los Países Bajos afecta a otros destinos europeos, como Barcelona o Venecia, por poner dos ejemplos.

Las consecuencias que produce la masificación turística son conocidas. Expulsión de los habitantes tradicionales de los barrios, sobre todo por el alquiler de pisos turísticos en bloques de viviendas, lo que empeora las condiciones de habitabilidad. Cambio de los comercios tradicionales en los barrios por otros adaptados a los turistas. Sobrecarga de personas en determinados lugares geográficos, lo que pone en peligro el futuro de los mismos (Ámsterdam tiene 1 millón de habitantes, pero cada año llegan 17 millones de turistas).

Ante ello, Holanda se plantea la puesta en marcha de una tasa turística que sirva como elemento disuasorio y a la vez como forma de ingreso para mejorar el destino. No será la única medida en esta línea. Parece que la democratización del viaje no es tan beneficiosa para la sociedad como los gurús de las multinacionales han vendido en los últimos diez años.

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