Los hoteleros españoles de las Islas Baleares y Canarias intentaron salvar a Thomas Cook convirtiendo la deuda que el mayorista británico mantenía con ellos en acciones de la compañía. Es una estrategia que no funcionó, a pesar de tener un planteamiento muy inteligente.
La propuesta de capitalizar deuda, que es el nombre técnico que recibe esta operación, la dirigió Miguel Fluxá, propietario del grupo turístico Iberostar, y contó con el apoyo de las principales asociaciones hoteleras de las islas y por la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (CEHAT). Los cálculos que el sector ha realizado cifran en 200 millones de euros las cantidades, por estancias hoteleras, que Thomas Cook debe a los hoteles españoles. El turoperador había conseguido financiación por 900 millones de libras, proveniente de su accionista chino Fosun, pero sus bancos acreedores le exigían otros 200 millones de libras adicionales para afrontar con holgura los pagos en la temporada invernal, la de menores ventas.
Da la casualidad de que la deuda a los hoteleros españoles y la exigencia de 200 millones adicionales coincidían en la cantidad. Si el plan hubiese prosperado, los bancos británicos habrían visto satisfecha su demanda. Convertir la deuda en acciones de Thomas Cook significaba que el turoperador no tendría que pagar esos importes a los hoteleros, que insuflaban 200 millones de euros en el capital de la empresa británica.
Por su lado, los hoteleros renunciaban en el corto plazo a ese dinero, pero conseguían mantener a flote a uno de sus principales proveedores de clientes, que había contratado con ellos futuras estancias (había más de 1,5 millones plazas contratadas hasta finales de 2020). Sí, en ese momento, los empresarios habrían renunciado a 200 millones, pero a cambio entraban en el capital del gigante británico y en el futuro podrían vender sus acciones, recuperar el dinero debido e incluso obtener alguna ganancia. Mientras tanto, Thomas Cook les seguiría mandando clientes y generándoles negocio, a la vez que se podía cambiar el modelo del turoperador.
Sin embargo, la idea no cuajó en Reino Unido. No se sabe muy bien por qué, pero el Gobierno de Boris Johnson, primer ministro, no aceptó esta salida. Tampoco se han dado más detalles sobre cómo se habría realizado el canje de deuda por acciones. ¿Lo habría hecho cada hotelero de forma individual? ¿Se habría constituido un fondo común? Aún queda mucho que contar sobre la quiebra de Thomas Cook, en particular por qué no se apoyó esta oferta de los empresarios españoles y se mantuvo la compañía a flote, asegurando empleos y negocios ligados al turoperador. Quizá unos de los motivos sea que una operación de este tipo lleva meses de preparación y Thomas Cook sólo tenía liquidez hasta los primeros días octubre (quebró el 23 de septiembre). O quizá este salvavidas sólo tenía sentido si se articulaba un plan para cambiar el modelo de negocio de Thomas Cook con el fin de que resultase competitivo en el futuro.
Los empresarios españoles eran conscientes de que merecía la pena salvar a Thomas Cook, aunque supusiese una pérdida de dinero inmediata, porque la otra opción era enfrentarse a las incertidumbres de una quiebra en la que no saben si cobrarán todo lo que se les adeuda. Y también, a cierres inmediatos de hoteles por la desaparición de las reservas del turoperador británico. En la historia de Thomas Cook, los hoteleros españoles escribieron la última página de forma honrosa e inteligente.